La operación de miomectomía por laparoscopia (mioma uterino) permite llevar a cabo la extirpación de miomas uterinos sin la necesidad de una cirugía abierta. Un mioma uterino es un tumor benigno que se forma en las paredes del útero causando en un gran número de casos síntomas que disminuyen la calidad de vida de la paciente provocando dolor y molestias. En estos casos, siempre es recomendable extirpar los miomas uterinos, siendo la opción más interesante en cuanto a resultados y reducción de tiempos de recuperación la miomectomía laparoscópica.
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Si hubiese alguna necesidad especial en el proceso quirúrgico, por indicación expresa del especialista, el cliente será informado de la variación en el precio de la intervención de forma previa a la cirugía, debiéndose aceptar para continuar con el proceso.
La operación de miomectomía por laparoscopia (mioma uterino) permite la extirpación de los miomas sin necesidad de una incisión de gran tamaño en el abdomen. Las cicatrices tras esta intervención son prácticamente imperceptibles.
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Técnica quirúrgica de mínima invasión para la extirpación de miomas.
Un mioma uterino es un tumor de características benignas que se genera a partir de una proliferación de las células del músculo liso de las paredes que forman las capas del útero. Dependiendo de su localización, de su número y de su tamaño podrán causar una serie de síntomas que puedan comprometer la vida habitual de las mujeres que lo padecen.
La aparición de un mioma uterino puede producirse a cualquier edad, pero lo más común es que aparezca a partir de los 35 años. A medida que avanzamos en la franja de edad, la incidencia de mioma uterino va aumentando.
Con la aparición de mioma uterino sintomático, la mejor opción es la operación de miomectomía por laparoscopia, aunque existen otro tipo de intervenciones que permiten la extirpación de un mioma uterino o varios.
Un mioma uterino es un tumor benigno que se origina entre las fibras musculares que forman parte de las paredes del útero de las mujeres. En su estructura interna también presentan partes o contenido de origen fibroso y en determinadas ocasiones, pueden formar estructuras quísticas en su interior.
La denominación correcta de todo mioma uterino es la de leiomioma aunque también se designan con los nombres de mioma, fibroma, fibromioma y fibroide. Pueden presentar diferentes tamaños y localizaciones, pudiendo a su vez ser únicos o más frecuentemente, múltiples.
En la población femenina actual se estima una prevalencia de miomas uterinos mayor del 25% a partir de los 35 años, aumentando progresivamente según aumenta la edad de la población de mujeres.
El origen de la formación de un mioma uterino es desconocido en su totalidad, ya que existen numerosas causas que pueden intervenir en su constitución, por lo que su aparición se considera multifactorial:
Por una parte parece muy importante una predisposición genética asociada sobre todo a la raza (se ha comprobado que hay una mayor tasa de aparición en mujeres de raza negra respecto a otras etnias; un 50% frente a un 25%). Por otra parte en son muy relevantes, hablando desde un punto de visto etiológico, los mecanismos inmunes y la predisposición a la formación de enzimas inmunológicas como la Interleucina-8 y el factor de crecimiento vascular endotelial, con la relación con el aumento en el número y tamaño del mioma uterino.
Desde un punto de vista hormonal la relación del mioma uterino con las hormonas sexuales femeninas es muy importante. El mioma uterino presenta una relación estrógeno dependiente muy marcada, que también se cumple con el papel de la progesterona. En principio se considera más importante el aumento del mioma uterino con la sobrexposición a progesterona que a estrógenos, aunque está relación mayor no está totalmente aclarada y depende claramente del momento del ciclo ovulatorio que presente la mujer en ese momento. Una reducción en la cantidad de estrógenos de la paciente puede favorecer la reducción del tamaño del mioma uterino hasta en un 50%.
Hay otra serie de factores hormonales que parecen intervenir en la predisposición de determinadas mujeres a padecer mioma uterino. Estas sustancias tienen una intervención todavía por definir en cuanto a intensidad e importancia pero si queda clara su relación con la proliferación del mioma uterino. Estas sustancias son: Factor de crecimiento endotélico, factor de crecimiento insulínico, la prolactina, la hormona del crecimiento, etc.
Atendiendo a su localización podemos clasificar los miomas uterinos en 4 tipos diferentes. Estos miomas uterinos son:
Los principales síntomas del mioma uterino dependen de la tipología que presente la paciente. Dependiendo de su localización, número y tamaño será más frecuente uno u otro síntoma guía. En el apartado de ¿Qué es un mioma uterino?, cuando hemos hablado de la clasificación del mioma uterino, ya hemos nombrado brevemente alguno de los síntomas más característicos del mioma uterino, como es el sangrado uterino. A continuación explicamos los síntomas con más detenimiento:
El principal y más frecuente de todos los síntomas que presentan las mujeres afectadas por mioma uterino es el sangrado uterino anormal. Éste se caracteriza por prolongar los ciclos menstruales de la mujer, aumentar su intensidad y cantidad, así como aparecer en los periodos intermenstruales. Dependiendo de las características de las alteraciones producidas, es posible que determinadas mujeres puedan presentar episodios más o menos continuados de anemia crónica o ferropénica.
Otro de los síntomas más habituales del mioma uterino es el dolor pélvico o sensación de pesadez. Este tipo de molestias es más común en el mioma subseroso debido a su crecimiento hacia fuera del útero pudiendo provocar la compresión de otras estructuras u órganos colindantes, como son el recto o la vejiga. Evidentemente la relación entre el tamaño y el número de miomas uterinos es directamente proporcional al dolor, la sensación de pesadez y la presión ejercida en los órganos pélvicos.
Por último y no por ello menos importante, debemos comentar la relación entre la presencia de mioma uterino e infertilidad. Este tipo de relación no puede concebirse como una relación directamente causal e inherente a la presencia de mioma uterino, aunque se ha comprobado que puede provocar determinadas alteraciones funcionales y anatómicas en el interior del útero que causen una menor posibilidad de alcanzar con éxito un embarazo y, si éste se produjera, una mayor tasa de abortos comparado con la población general (un 24% más sobre todo en aquellas mujeres que poseen miomas uterinos múltiples).
Las principales alteraciones que pueden provocar los miomas uterinos respecto a la infertilidad y al porcentaje aumentado de abortos son:
El tratamiento para la resolución definitiva de los miomas uterinos siempre es el tratamiento quirúrgico. Es posible que en el porcentaje de mujeres que padecen mioma uterino pero que no presentan clínica acompañante el mejor tratamiento desde el punto de vista médico sea la actitud expectante, revisando la evolución de los mismos y la posible aparición de síntomas.
En aquellos casos en los que se presenten mujeres que padecen mioma uterino y que muestren cualquiera de las sintomatologías explicadas previamente, es preciso actuar desde un punto de vista más enérgico. En determinadas ocasiones, sobre todo en miomas de gran tamaño, es posible intentar un tratamiento farmacológico con antagonistas de progesterona o antagonistas de GnRH con el fin de disminuir el tamaño de los mismos. Además, en ocasiones el tratamiento farmacológico conservador es suficiente para controlar el sangrado, al menos durante un tiempo, además de ser capaz de disminuir el tamaño de los miomas y hacer posible su extracción mediante técnicas quirúrgicas menos invasivas que una histerectomía.
De cualquiera de las maneras, el tratamiento definitivo para el alivio de los síntomas de los miomas uterinos es la intervención quirúrgica. A continuación describimos los procesos más habituales por los cuales se decide la extirpación de miomas uterinos:
Comentados previamente, haciendo uso de antagonistas de progesterona y de GnRH.
Por supuesto, la elección de una técnica quirúrgica para la operación siempre dependerá del cirujano y de las características individuales de la paciente. Es por ello que las indicaciones se explican de forma general siendo necesario un estudio concienzudo e individual de cada enfermedad y de cada paciente.
En la extracción de miomas uterinos, sobre todo de gran número o de gran tamaño, y en mujeres sin deseos genésicos (querer tener hijos) o que ya los haya cumplido, es posible valorar la realización de una histerectomía total (operación que implica la extirpación completa del útero), sobre todo en aquellas mujeres con gran clínica de sangrado en las que las técnicas quirúrgicas menos invasivas no aseguren una mejoría completa de la patología por la cual van a ser intervenidas. A continuación explicamos punto a punto en qué consiste la extirpación de un mioma uterino, o varios, mediante la operación de miomectomía por laparoscopia.
Para poder llevar a cabo la operación de miomectomía por laparoscopia de la forma más segura y precisa, será necesario que la paciente lleve a cabo una serie de pasos previos a la intervención de extirpación de mioma uterino. Aquí te explicamos todo lo que tienes que saber:
Después de solicitar la consulta inmediata, gratuita y sin compromiso con uno de los especialistas de Operarme.es en la web, la paciente será atendida por uno de nuestros asesores personales del departamento de atención al paciente para confirmar la cita. Tras ello, el paciente acudirá a la consulta donde el especialista en ginecología revisará todas las pruebas previas que pueda tener la paciente, solicitará pruebas adicionales si fuera necesario (en estos casos, la paciente se puede poner en contacto con su asesor personal para gestionar las pruebas) y realizará una exploración física de la paciente para confirmar el diagnóstico y determinar si es necesaria o no la miomectomía o si por el contrario es mejor llevar a cabo otro tipo de intervención para solucionar los problemas de mioma uterino.
Además, el ginecólogo le preguntará a la paciente sobre otras posibles enfermedades concomitantes y que tratamiento está siguiendo para ellas, ya sea de curso crónico o agudo en el momento actual. A continuación, el médico especialista en ginecología le explicará al paciente como se realiza la miomectomía laparoscópica, cuáles son sus ventajas y como se producirá el normal desarrollo de la operación.
También le explicará la posibilidad de tener que convertir el procedimiento laparoscópico en un procedimiento abierto habitual si el equipo médico observa alteraciones suficientes que recomiendan esta trasformación durante la intervención quirúrgica. Esto siempre se realiza para salvaguardar la salud del paciente.
Es necesario e imprescindible que el paciente pregunte y aclare todas las dudas acerca de su patología, su tratamiento quirúrgico y los resultados a corto y largo plazo. Es este el momento en el cual el paciente debe esclarecer con el médico especialista todas sus inquietudes.
Si el diagnóstico inicial es confirmado por el ginecólogo y se acuerda la realización de la operación de miomectomía por laparoscopia (mioma uterino), se procederá al concierto de una cita para la intervención y para la realización de las pruebas preoperatorias y la consulta con el equipo de anestesia.
El paciente debe acudir al hospital la fecha en la cual se le ha asignado para la realización de las pruebas complementarias del preoperatorio. Este tipo de pruebas es de gran importancia para el normal transcurso de la intervención quirúrgica. La batería de pruebas es sencilla y la relatamos a continuación:
En primer lugar la realización de una analítica sanguínea completa, compuesta por un hemograma, una coagulación y una bioquímica. Con este tipo de prueba preoperatoria, el anestesista puede objetivar el número de plaquetas, si el paciente presenta un problema en la coagulación de la sangre, si existe o no anemia, si hay signos de infección y si los electrolitos sanguíneos como el sodio y el potasio se encuentran en una concentración adecuada en la sangre. Todos estos datos son importantes para asegurar que la técnica anestésica se va a realizar en las mejores condiciones clínicas del paciente.
En segundo lugar, la realización de un electrocardiograma (ECG), que nos da información sobre el funcionamiento del corazón en cuanto a ritmo, alteraciones estructurales y conducción. Verificar la normalidad de la actividad cardiaca es fundamental para evitar sorpresas en el transcurso de la anestesia.
Por último la realización de una radiografía de tórax o de pecho. En esta prueba diagnóstica el anestesista puede observar si el paciente presenta alguna alteración ósea en el tórax o pecho, si la tráquea se encuentra correctamente alineada y para descartar cualquier otra alteración o signos incipientes de infección.
Tras la realización de las pruebas preoperatorias comentadas en el apartado anterior, se producirá ese mismo día u otro, según el consenso alcanzado entre el paciente y el anestesista, la consulta de anestesia previa a la operación de miomectomía por laparoscopia (mima uterino).
En la entrevista clínica realizada entre el paciente y el anestesista, se comentarán los resultados de las pruebas preoperatorias y la conveniencia o no de la intervención quirúrgica según los datos obtenidos en las mismas. Durante el desarrollo de esta entrevista, el médico anestesista preguntará al paciente sobre enfermedades presentes en el momento actual y su tratamiento, tanto de carácter crónico como de carácter agudo.
Es importante que el paciente resalte la presencia o no de alergias medicamentosas o de otro tipo. Explicar al médico anestesista la existencia de reacciones alérgicas a la administración de determinados medicamentos puede ser fundamental a la hora de la elección de los fármacos anestésicos apropiados.
En el desarrollo de este acto médico, el médico anestesista explicará qué tipo de anestesia recibirá el paciente para que se pueda llevar a cabo la miomectomía por laparoscopia (mioma uterino), sus ventajas respecto a otros tipos de anestesias y responderá a las dudas que puedan generarse en el paciente.
La paciente deberá acudir al hospital el día que se le haya indicado para el ingreso. Normalmente será la noche anterior, aunque en determinadas ocasiones es posible que sea citada a primera hora el mismo día de la intervención. En ese momento es importante acceder a la clínica con toda la información y la documentación debidamente cumplimentada. En la recepción de la misma deberá hacer entrega de los mismos y se les asignará una habitación individual con cama para acompañante.
A partir de ese momento es necesario que la paciente cumpla con todas las indicaciones que le aportará el personal de enfermería a cargo de la planta quirúrgica.
En este tipo de intervención suele ser normal que el paciente reciba indicaciones para efectuar una adecuada limpieza de colón. Si el ingreso es la noche anterior a la intervención, el paciente recibirá instrucciones y el material para poder realizar una limpieza adecuada de los intestinos. Si el ingreso es el mismo de la intervención, estas instrucciones se le habrán suministrado con anterioridad y habrá debido realizarlas en su casa el día anterior. La razón médica por la cual es necesaria la limpieza adecuada de los intestinos es para facilitar el manejo al cirujano durante la intervención y disminuir con ello las posibles complicaciones que pudieran ocurrir durante el transcurso de la misma.
Es posible que en determinadas ocasiones se la administre a la paciente un óvulo vaginal con componentes desinfectantes para promover una mejor y mayor limpieza de bacterias en la zona interior más cercana al útero.
Generalmente el mismo día de la intervención, ya sea en quirófano o unas horas previas al inicio de la misma, se le administre una dosis de antibiótico de forma profiláctica. Esto es necesario porque se ha demostrado una disminución en la tasa de infecciones postoperatorias al hacer uso de ello.
Según el horario previsto para el inicio de la intervención se procederá a conducir al paciente a la sala quirúrgica donde le esperan el anestesista, el cirujano ginecólogo y uno o dos componentes del equipo de enfermería. En ese momento se encontrará con el anestesista que le asistió en la consulta de preanestesia, el cual objetivará la normalidad de las constantes vitales del paciente y se procederá a la limpieza de la pared abdominal con sustancias antisépticas. Previo a todo esto, en la habitación, se procederá a canalizarle una vía venosa periférica a través de la cual se administrará la anestesia, y si fuera necesario se llevará a cabo la rasuración de las partes del cuerpo implicadas en la intervención.
Una vez la paciente está lista en el quirófano y mientras se le empiezan a administrar los fármacos anestésicos para proceder con la inducción anestésica, se procede a la colocación quirúrgica de la paciente. Para ello se sitúa a la paciente en posición de decúbito supino (mirando hacia el techo), con las piernas abiertas y flexionadas a nivel de la articulación de la rodilla, haciendo que la pared abdominal y la cadera permanezcan al mismo nivel. A continuación se procederá a la inducción anestésica, la monitorización del paciente desde un punto de visto cardiológico, respiratorio y de conciencia, para proseguir con la colocación de los paños estériles que permitirán al equipo de cirujanos ginecólogos actuar con la mayor asepsia posible:
Una vez preparado el campo operatorio, se cateteriza la vejiga con sonda Foley y se coloca un manipulador intrauterino que permitirá la movilización del útero desde el exterior para poder ayudar a los cirujanos.
El siguiente paso es la preparación del campo intrabdominal para poder incluir en la cavidad pélvica los instrumentos de la laparoscopia que permitirán la realización de la intervención quirúrgica. Para ello, se realizará una incisión de la pared abdominal con disección de las diferentes capas que la componen hasta la llegada al peritoneo.
En ese momento se inserta uno de los trocares y se realiza la infiltración de aire en la cavidad abdominal. Con ello, el cirujano busca aumentar el tamaño de la zona generando un espacio virtual lleno de aire llamado neumoperitoneo. Posteriormente se harán dos incisiones más con el fin de poder incluir otros dos trocares con sus correspondientes instrumentos quirúrgicos que ayudarán y permitirán al cirujano ginecológico poder manipular con exactitud las vísceras abdominales.
Una vez creado el neumoperitoneo adecuado y después de realizar un detallado reconocimiento de los órganos abdominales, la paciente será colocada en posición de Trendelemburg, es decir, con la cabeza levemente descendida sobre el resto del cuerpo a aproximadamente 35º de la línea horizontal. Esta posición facilita el reconocimiento de los órganos pélvicos y la colocación de los mismos, consiguiendo una mejor visión de todos los componentes de la cavidad abdominal y pélvica por parte del ginecólogo.
Una vez tenemos todo el material en su sitio y a la paciente presentada de forma correcta, se procede al inicio de la intervención quirúrgica:
La duración de la operación de miomectomía por laparoscopia (mioma uterino) es de entre 30 minutos a 2 horas, dependiendo de la cantidad y tamaño de los miomas uterinos que presente la paciente.
En el momento en el que el cirujano ginecólogo coloca la última sutura en la piel del abdomen tras la retirada de todo el material laparoscópico y el cierre de la cúpula vaginal es completado, se considera que la cirugía ha terminado y comienza el periodo en el que el anestesista procede al despertar del paciente. No se abandona el quirófano hasta que la paciente recupera la conciencia y es capaz de moverse y hablar de forma espontánea.
Después de que la paciente se haya despertado, se procede a derivar a la mujer, a la cual se le ha sometido a la miomectomía por laparoscopia, a la sala de reanimación. En esta sala de reanimación, la paciente se irá recuperando poco a poco del efecto de la anestesia y se empezará a administrar la medicación analgésica necesaria. Este periodo de tiempo en la sala de reanimación puede durar unas cuantas horas.
En el momento en el que la paciente ya se encuentra totalmente recuperada de la anestesia y sus constantes vitales se reestablecen de forma espontánea es conducida a la habitación que se le había asignado previamente a la operación de miomectomía.
Durante las primeras horas de postoperatorio, la paciente mantendrá una dieta absoluta siendo nutrida e hidratada por medio de goteros a través de la vía periférica. Tras las primeras 6 horas se comenzará a progresar en la dieta comenzando a probar con una tolerancia a líquidos.
Si la ingesta de líquidos es correcta, es posible que a partir de las primeras 12 horas se comience con una dieta semilíquida que progrese a otra dieta blanda hasta recuperar la función digestiva por completo en torno a 24-48 horas.
Al final de la intervención, aún en el quirófano, se coloca un apósito en el interior de la vagina para que ejerza un efecto de tapón en la sutura de cierre de la cúpula vaginal. Este proceso es necesario para evitar un sangrado.
En las siguientes 24 horas, si no se ha producido un sangrado vaginal, es posible retirar el taponamiento y sustituirlo por una compresa vaginal.
La sonda vesical que se le ha colocado al inicio de la miomectomía por laparoscopia (mioma uterino) en los minutos previos al comienzo de la intervención se suele mantener al menos 24 horas, retirándose en ese plazo a la espera de objetivar una micción espontánea.
La movilización precoz de las pacientes que se han sometido a una cirugía mayor, como es la miomectomía por laparoscopia, durante el postoperatorio es muy importante para acelerar los plazos de recuperación y permitir instaurar el ritmo normal de actividades diarias en el menor plazo de tiempo posible.
Generalmente y al haberse realizado una intervención mínimamente invasiva, es posible la movilización del paciente dentro de las primeras 12 horas a partir de la intervención.
La paciente suele permanecer en el hospital 1 día después de la intervención. El alta hospitalaria se lleva a cabo cuando la paciente puede llevar una dieta normal, orinar de forma espontánea, no presenta síntomas de fiebre durante su estancia postoperatoria en el hospital y el dolor en el abdomen puede ser controlado con analgésicos comunes.
También es vital que no se haya producido sangrado vaginal y que la eliminación de posibles restos de sangre tras la extirpación de los miomas uterinos haya desaparecido por completo.
La recuperación total de la paciente tras la realización de una miomectomía por laparoscopia suele ser completa entre 1 y 2 semanas después de la intervención, aunque es posible que la paciente pueda realizar actividades diarias que no requieran de un esfuerzo abdominal severo en unos 2 o 3 días posteriores a la misma.
Desde el momento que la paciente es dado de alta del hospital, el tiempo que transcurre hasta la primera revisión suele ser de alrededor de 15 días. En ese periodo de tiempo la paciente debe tener cuidado con la realización de esfuerzos abdominales intensos y debe tener una precaución especial en la cura de las pequeñas incisiones abdominal para evitar una infección de la herida quirúrgica o para detectarla si está empezando a suceder.
Normalmente en la primera visita con el especialista se suele realizar una exploración ginecológica para verificar la sutura vaginal y las incisiones abdominales de la laparoscopia, iniciando la retirada de los puntos si el aspecto de la herida quirúrgica es el correcto. La siguiente revisión por parte del ginecólogo suele ser al mes de la operación.
La miomectomía por laparoscopia (mioma uterino) permite una serie de ventajas evidentes, sobre todo si nos centramos aspectos determinantes del proceso quirúrgico que comprende la extirpación de los miomas.
Una intervención como la miomectomía uterina por laparoscopia permite una recuperación mucho más precoz, sobre todo si la comparamos con la alternativa por vía abdominal, menor dolor en el postoperatorio y un resultado estético mucho más aceptado por parte de las mujeres que se han sometido a este tipo de intervención. El riesgo de sangrado dentro del propio acto quirúrgico también es considerablemente menor.
Si comparamos la extirpación de mioma uterino por vía laparoscópica o por vía abdominal, las diferencias no son tan claras dependiendo de la serie estudiada.
De forma general se mejora en los datos explicados en el párrafo anterior, aunque es muy importante el grado de experiencia de los cirujanos y la variabilidad individual de cada paciente que son al final dos de los marcadores más importantes a la hora de decidir entre una técnica quirúrgica u otra.
De todas ellas, el control hemorrágico intraoperatorio con la laparoscopia mediante la revisión del interior de la cavidad abdominal una vez realizada la extracción y la sutura de los órganos extirpados es la que destaca por encima de las demás ventajas explicadas.
Las complicaciones más importantes que podemos encontrar en la intervención quirúrgica de extirpación de miomas uterinos son las complicaciones urológicas e intestinales por el riesgo de dañar alguna de las estructuras que lo forman durante la intervención.
Estas complicaciones asociadas se minimizan cuando las pacientes que padecen de patologías ginecológicas susceptibles de necesitar intervención quirúrgica son individualizadas y ajustadas según sus características personales, su patología actual y a la comorbilidad asociada a su caso concreto y particular.
En algunas ocasiones se ha podido observar un leve aumento de la aparición de hernias incisionales en las incisiones abdominales realizadas para la introducción de las trocares laparoscópicos.
Esto se debe al paso necesario de los mismos a través de la pared muscular del abdomen. Generalmente suelen minimizarse suturando esa capa muscular y la aponeurosis que la envuelve impidiendo la aparición de las mismas en el mismo acto quirúrgico al término de la operación o intervención quirúrgica.
En el precio de la operación de miomectomía por laparoscopia establecido en la página está todo incluido con precio cerrado. Esto quiere decir que desde el momento en que un usuario entra en la web a buscar información sobre la operación de miomectomía por laparoscopia sabe el precio final de la intervención y que todo lo necesario para la operación y su comodidad está incluido, desde el alquiler del quirófano hasta las visitas pre y postoperatorias pasando por la estancia, honorarios médicos, gastos de material, etc.
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